Huele a pan caliente y madrugada,
a fritanga de churros,
a anís y verbena. Se derrama
la luz caliente sobre lo que queda
de la noche:
papeles arrugados, sueños deformes, la huella
de una ilusión.
Pasa, arrastrando los pies, el misógino
de todas las mañanas,
cargado de libros y periódicos
y de desesperanza.
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