Llegan las nubes
jadeando primavera, este aire inédito
que, apenas respirable, huele a polen y frío.
Llegan las nubes
indecisas.
Hay nieve arriba, por encima de tus sueños
-¿recuerdas la nieva; haremos, nunca hicimos,
un muñeco con gorro y bufanda rojos
como tu corazón, ¿cómo sabías que era rojo
encendido
por el mirar de tus ojos, por tus manos?
No me cojas las manos. No podía
obedecerte,
me hechizaban tus manos,
corriendo sobre el teclado ágiles,
presurosas-. Hay
todavía invierno. Por eso no suena
la caracola que encontramos en la playa.
Tú ya no estabas, si no
Habría podido escuchar
tu sonata
preferida
que los años me han hecho olvidar, pero no tus manos
gráciles.
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