viernes, 14 de marzo de 2008

Empiezo a leer con curiosidad la biografía de un escritor y lo primero que llama mi atención es lo angustioso –estamos en el siglo XIX- de su relación con el editor. Se enzarzan en regateos sobre los dos o tres mil reales que el escritor pide o el editor ofrece, y, si son dos o tres mil quinientos, en seguida se advierte que el “pico” está puesto a favor o en contra para jugar en con su entidad la honrilla de haberlo hecho mejor que el adversario y hacerle sacado unos reales de más o de menos.

El escritor, que a partir de su toma de contacto en la Literatura del bachillerato, un somero conocimiento de textos antológicos, por fin la lectura de alguno de sus textos capitales completo, se había ido erigiendo como un busto sobre su pedestal, cobra calidad humana personal, se parece a la demás gente de carne y hueso que conocemos, tiene mujer e hijos, padres, familia, manías y dificultades, aficiones, desengaños, preferencias –a veces inexplicables para mí- y rechazos increíbles.

Estoy todavía en las primeras páginas –cierto que tomadas de aquí y de allá, espigadas por el libro, que es grueso y prolijo, mezcla y síntesis de citas literales y opiniones subjetivas de la autora- y ya he descubierto que estamos hablando de una persona tan humana como yo mismo, tan caprichosa, feliz a ratos, a ratos desgraciada, que incluso explica cómo y por qué escribió aquella novela y desmenuza la personalidad de algunos de sus protagonistas, y he empezado a leer, ahora sin hacerlo, los capítulos de la novela y a valorarlos de otra manera, que deliberadamente omito decir si es mejor o peor, pero que de momento es distinta. Añadiendo que la recomposición de cada personaje revela ahora una serie de aciertos y de fracasos que añado a la valoración inicial del libro, cuando ignoraba que tuvo un propósito preconcebido alrededor del cual se montó la aterradora descripción de una sociedad atormentada por miedos diferentes, pero equivalentes tal vez, a los que ahora misma la afligen.

Me reafirmo en el interés que últimamente me estaban despertando biografías y autobiografías de personas, personajes y personajillos. Todas ayudan a comprender un poco mejor la mixtura que nos integra a nosotros mismos, casi siempre parecida en algo a la del biografiado, por grandes que sean las diferencias que de ellos nos separen por evidentes razones.

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