En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
domingo, 23 de marzo de 2008
No ha entrado la primavera. Ha salido, bufando, el invierno. Frío a que estábamos desacostumbrados por la hipocresía otoñal de estos pasados meses supuestamente invernales. Habrán salido los osos de sus oseras y se estarán ahora mismo frotando los ojos con las zarpas ateridas y supondrán que algo les ha equivocado la fecha. Mañana por la mañana, lunes de Pascua, irán todos en fila al relojero, que mire usted, señor relojero, que este reloj mío debe adelantar un disparate, que salí de la osera anteayer, pensando que era primavera y mire lo que me encuentro: alerta roja de nevada, ventisca y el aliento de los primos blancos del norte helándonos la sangre. Y sin embargo, fijándose bien, los caminos, los senderos y las sendas están cuajados de diminutas margaritas, hay violetas en las esquinas y se adivinan capullos en los rosales. Bond, el cocker, aterido, pero valiente, olisquea con insistencia en el portal vecino, donde la perrita de marras, que le deja mensajes misteriosos, de olor tentador, penetrante aunque yo no lo sepa oler. Se para, comprueba, vuelve a comprobar. Hasta hay veces que lame la esquina, seguro que para saber a ciencia cierta y con exactitud hasta donde está dispuesta a llegar esa desvergonzada. A mí, en el otro extremo de la correa extensible, siento como que me mordieran las orejas las agujas del viento, apenas brisa, pero helada, del nordeste. Ha habido, porque fue Sábado de Gloria, un clamor de campanas, que repetirán el aviso, hoy, al gloria de la misa mayor, pasan en oleadas las pesadas ondas de bronce, hilvanadas de campanillas y de cascabeles. Gloria, aleluya, es Pascua y por allá abajo, junto al río, en los brazos helados del viento, se advierte, mirando bien, acné de primavera. Por desgracia, pusieron otra bomba. Que no se nos olvide que hay pendiente un invierno del alma social, que el miedo sigue y sigue ese aliento de atrocidad y muerte yendo y viniendo, cobrándose, al azar, sangre, desconsuelo y rencores, violencia inaudita, llanto inacabable.
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