La niña está hecha de brisa y olor,
pasa,
marcando el rastro de su belleza con el sonido,
puro,
claro,
seco
de cada pisada. Viene de una turbia adolescencia,
recién carne viva, acné
y esta mañana, en su habitación del hotel, al mirarse al espejo
ha descubierto que puede volar,
que es hermosa,
sin nombre,
sin patria,
sin amor, pero con todo
el amor,
rompiéndosele dentro abrumándola, apresurándola
para que ponga el fuego en otro fuego, tendría
que ser cauta, pero no puede,
tendrá que ser,
por bella,
desgraciada.
Pero eso será mañana, hoy,
todavía,
es una explosión deslumbrante, es la pureza misma
de la luz
recién encendida.
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