En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
sábado, 1 de marzo de 2008
Padeces un aire de tristeza sin límites. Es como si te hubiesen sorprendido dormida y te hubieran atado al palo de tortura de la rutina durante el sueño, como el sufridor de la metamorfosis kafkiana, en vez de transformarte durante la noche en insecto, te dejara la bruja de los relatos horribles de tu niñez encadenada al pie de a montaña, contemplando absorta a Sísifo en tu espejo que debería haber sido mágico, según se advierte a pesar de todo en la sonrisa que todavía eres capaz de repetir como cuando todavía eras la niña soñadora de fantasías de que, además, conservas el porte cadencioso y levemente despectivo al moverte como si estuvieras repitiéndote que podrás ser prisionera, pero no eres esclava de la rutina que te arrebató parte de este mundo, pero te queda el otro a que pueden incorporarte cerrando los ojos en medio de la música o bañada de sol o de sombra.
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